Defender la Provincia

MDF – En tu opinión, ¿qué está en juego en las próximas elecciones legislativas del 7 de septiembre?

Verónica Magario Se puede formular de una manera sencilla: se trata de aprobarle la gestión a Milei o desaprobársela. Ese día, las y los bonaerenses le dirán al presidente si su plan económico financiero está bien o si no lo quieren más y que debe cambiarlo de cuajo.

La provincia, sus mujeres y hombres, se expresarán sobre este “ordenamiento”  de la macro, que ya vemos en los hechos que no es tal, aunque les haya destrozado la vida de todos los días a la gente, esa microeconomía que Milei desprecia e ignora o,  mejor dicho, que la desprecia porque la ignora.

El 7 de septiembre se enfrentan en las urnas dos modelos opuestos, que se vienen enfrentando en el día a día desde que Milei asumió. En la Provincia de Buenos Aires venimos demostrando, a pesar de todas las gigantescas piedras en el camino que Milei nos pone todos los días, que es posible trabajar para que las personas vivan mejor, un poco mejor.

Esa es la verdadera macro, la macro responsabilidad de no empujar para que la plata se la lleven afuera los de siempre en lugar de que vaya al bolsillo de los que trabajan. La macro responsabilidad de que los más vulnerables cuenten con un Estado eficiente para que los auxilien en la emergencia.

Esa es la gigantesca tarea que el gobierno bonaerense, con Axel a la cabeza, viene dando desde hace más de un año y medio contra el salvajismo libertario de Milei.

Precisamente la elección del 7 de septiembre es sobre estas dos posibilidades. O alentarlo a Milei con el voto para que siga destrozando la vida de los bonaerenses o frenarlo, decirle “hasta acá”.

MDF – Se decide entre dos modelos diametralmente opuestos, entonces. En consecuencia, el de Milei es integralmente objetado desde Fuerza Patria.

VM Exactamente. Nosotros estamos atacando a todas las políticas implementadas por Milei – políticamente y dentro de las reglas democráticas, las cuales siempre hemos respetado aunque los antiperonistas muchas veces no lo hicieron. A su plan económico y financiero, que destruye a la industria, el trabajo, los salarios, la educación, no sólo a las universidades, sino también a las escuelas primarias.

Un plan que empobrece, que destruye el sistema de salud, que agrede a los discapacitados, a los enfermos oncológicos, que destroza una red de derechos que se empezaron a construir en la Argentina desde hace más de 100 años.

Nuestro gobierno es la contracara de Milei. Es un sistema de escudo y red que funciona por convicción ideológica y por necesidad de las y los bonaerenses, que ya no pueden más, que cada día viven peor y que ven que el gobierno nacional busca aprobación para profundizar aún más el ajuste, la recesión, la pérdida de poder adquisitivo, las esperanzas.

Entrega de escrituras en Almirante Brown.

Milei desfinancia la ciencia y la tecnología en forma intencional y a eso nos oponemos en la medida de las posibilidades cada día. Porque un país, una provincia en nuestro caso, con esas inversiones desarrolla el crecimiento a través de una mejor producción, innovación tecnológica y nuevas líneas productivas que generan crecimiento económico.

Y precisamente esa no es la provincia que quiere y necesita Milei. Él está planchando y parando todo. Necesita que sólo ingresen dólares por extractivismo sin controles ni medida y con bajísima rentabilidad para el país y para las provincias, y que ingresen dólares por venta primarizada agrícola ganadera, nada más.

El resto de la actividad de un país necesita funcionamiento del Estado, regulación para redistribuir de modo que la sociedad crezca y eso es lo que él no quiere. Intencionalmente tira todo para abajo porque es el único modo que su ideología funcione: cuando el Estado deja de estar presente nadie espera nada y entonces se abren las puertas para que se generalice esto que estamos viendo: EE.UU. quiere mandar a su embajador a decirle a las provincias, o sea a nosotros, qué puede y qué no puede hacer desde el punto de vista de sus intereses y necesidades.

MDF Hablabas del daño en la microeconomía que provocan los movimientos que el gobierno hace en la macroeconomía: ¿cómo es el desafío de explicar esto con claridad en el contacto diario con la gente y cómo se ejemplifica?

VM No es con slogans ni con explicaciones económicas complicadas. Es mirando la realidad junto a las y los bonaerenses. No es una frase vacía cuando decimos que hay otro camino y es el que estamos recorriendo con Axel.

La querida Provincia de Buenos Aires es en muchos sentidos (productivos, económicos, demográficos) el 40% de todo el país. Y es aquí, en nuestra tierra, en nuestro lugar de pertenencia, en  donde debemos limitar, donde tenemos que frenar todo lo que podamos el ingreso de la motosierra.

Toda la sociedad es testigo y sufre en carne propia todo el daño que ya ha hecho Milei, que incluye apropiarse de fondos legítimos que son de las y los bonaerenses, una decisión que recae en su calidad de vida,  porque Milei se queda con plata que debería ir directamente a la gente en recursos de salud, de educación, de obras de infraestructura, de apoyo a las pymes, a los comerciantes… a los más vulnerables.

Podemos mostrar hechos concretos, porque estamos abriendo nuevas escuelas y agrandando a las ya existentes con más aulas; abriendo nuevos hospitales y centros de salud y dotando de tecnología y ambulancias a los que ya funcionaban, haciendo las obras de infraestructura que tienen que ver con la vida diaria de los bonaerenses, atendiendo las necesidades básicas para asegurar la alimentación en medio de este desastre, el cuidado de niños y ancianos y los derechos irrenunciables de todos.

Inauguración del nuevo polo educativo en Alejandro Korn: Jardín de Infantes N°919, Escuela Primaria N°33 y Escuela Secundaria N°14.

MDF Mencionabas los recortes presupuestarios desde el gobierno nacional a la provincia y sus efectos: ¿Cómo se aborda esta circunstancia para que no parezca que es un reclamo del gobierno provincial, de sus necesidades, es decir, político?  

VM La sociedad entiende que si no hacemos más es porque nos pasa lo mismo que a las demás provincias, que si no la aliviamos aún más es porque Milei se queda con los recursos de la gente.

De todos modos, entiendo la pregunta y la prevención, porque la propaganda permanente del gobierno nacional y de sus voceros es mentir y volver a mentir sobre este tema, como sobre todos los demás.

Pero no nos vamos a rendir ante la motosierra, la mentira, la crueldad y la irresponsabilidad de Milei. No nos vamos a cansar de señalar lo que le gente sufre y sabe que los demás sufren. Milei es el culpable de que viajar en colectivo se haga imposible porque cuesta una gran parte de lo que se gana por día…

Es el culpable de que los jubilados (que no son una figura abstracta: son nuestros padres, abuelos, vecinos) no puedan comprar los remedios que necesitan para cuidar su salud. Es el culpable de que las familias se estén privando de alimentos básicos, de que se vaya cada vez más plata de los ingresos en pagar los servicios y que el día 15 de cada mes a la gente la ataque la desesperación porque ya no tienen plata…

Milei es el culpable de los miles y miles y miles de empleos perdidos, del terror a perder el trabajo, porque otro igual no hay, es el culpable de las pymes cerradas, de los productores arruinados, de las changas desaparecidas, o deterioradas por las que pagan dos pesos.

La realidad está a la vista. Y entendemos que el responsable también. Todo esto ya pasó en la Argentina y más de una vez. Y en cada ocasión, quienes nos opusimos debimos hacer el máximo esfuerzo para que las urnas derrotaran a quienes llevaban estas políticas de ultraderecha adelante.

Defender el trabajo en tiempos de ajuste

MDF ¿Cuáles son los principales lineamientos y prioridades del Ministerio de Trabajo de la Provincia en este contexto tan complejo? ¿Podrías describir las principales acciones y políticas que despliega el Ministerio, y cómo se diferencian de las que implementaba esta cartera durante la gestión de María Eugenia Vidal?

Walter Correa – Nosotros tenemos bien claro que no hay futuro sin trabajo digno. Por eso, los lineamientos del Ministerio están directamente vinculados con el proyecto de Provincia que plantea Axel: producción, inclusión y derechos. No vinimos a administrar el desastre: vinimos a reconstruir lo que destruyó el macrismo y ahora pretende arrasar el actual gobierno nacional.

Durante la gestión de Vidal, el Ministerio fue una oficina vaciada, desconectada del pueblo trabajador. Hoy lo convertimos en una herramienta de defensa activa de los derechos laborales. Fiscalizamos, mediamos en conflictos, capacitamos y, sobre todo, ponemos al Estado provincial del lado de quienes laburan, no del lado de los poderosos. Ellos cerraron delegaciones en toda la Provincia, mientras que nosotros acercamos el Estado a la gente acercando una dependencia de Trabajo a cada Municipio. Nuestra diferencia no es solo de gestión: es de proyecto de país. Nosotros creemos en el Derecho al Futuro, ellos creen en el mercado como único destino.

Uno de los 7000 cursos que ofrece el Instituto Provincial de Formación Laboral (IPFL).

MDF – Axel Kicillof suele decir que la Provincia debe actuar como “escudo y red” frente al ajuste y la deserción del Estado Nacional. ¿Cómo se traduce esa idea en el ámbito del trabajo y los derechos laborales? ¿Qué casos o ejemplos concretos ilustran cómo se protege y acompaña a las y los trabajadores desde la Provincia?

WC – Cuando Axel plantea que la Provincia tiene que ser escudo y red, habla de una convicción profundamente política: que, frente a la retirada del Estado nacional, tiene que haber un Estado provincial que abrace, que sostenga, que cuide.

En el mundo del trabajo eso se traduce en hechos concretos: protegemos el empleo con presencia territorial, fortalecemos el rol de los sindicatos y acompañamos a los sectores más golpeados con herramientas de formación y de inserción laboral. La capacitación del trabajador es también un beneficio para las empresas. Donde el gobierno nacional ajusta, nosotros invertimos. Donde ellos precarizan, nosotros dignificamos. Porque mientras otros discuten cuánto pueden recortar, nosotros estamos pensando cómo garantizar derechos para las generaciones que vienen.

Existe una diferencia en la manera de concebir el mundo. El gobierno Nacional ve en el pueblo a un número, a una cifra. Nosotros entendemos la complejidad del entramado social y sus actores. Son mamás y papás, hermanos, familias enteras que todos los días se levantan para ganarse el pan. Por eso, mientras Milei festeja el ajuste y la motosierra, nosotros hacemos todo lo posible por mantener los puestos de trabajo y generar nuevos. Axel Kicillof no echó a ni un solo trabajador durante su gestión en la Provincia y eso es sencillamente empatía y sensibilidad social.

MDF En un contexto donde ciertos discursos intentan instalar que los derechos laborales son un obstáculo, ¿cómo se resignifica la defensa del trabajo digno, el sindicalismo y el rol del Estado en la regulación del mundo laboral? ¿Qué respuestas propone el Ministerio frente a esta ofensiva cultural y política?

WC – La idea de que los derechos laborales son un obstáculo es una mentira peligrosa que busca naturalizar el saqueo. Quieren convencer a las pibas y pibes que el futuro es la intemperie, el individualismo, la app sin obra social ni vacaciones. Nosotros decimos que no.

El trabajo no puede ser sinónimo de precariedad. Por eso desde el Ministerio, en línea con el proyecto que pregona el Gobernador Kicillof, proponemos una defensa activa del sindicalismo, impulsamos el acceso a derechos en los sectores más vulnerables y promovemos un nuevo sentido común que reivindique la solidaridad, la organización y el rol del Estado. Esta no es una batalla cultural: es una disputa por el modelo de país.

Ha costado mucho esfuerzo consolidar los derechos laborales que existen en la actualidad y por eso hay que defenderlos. No solo es una cuestión de principios, es, fundamentalmente, la protección de la vida de los trabajadores y trabajadoras. La precarización laboral no solo conlleva un perjuicio económico para el trabajador o la trabajadora. También implica un riesgo para su vida ya que nadie se hace cargo de que se cumplan las medidas que protegen su salud y su seguridad. Por eso es tan importante la presencia del Estado.

MDF – Considerando los acelerados cambios en la sociedad, la economía y el mundo del trabajo, ¿qué mirada propone la Provincia sobre los derechos y las condiciones laborales del futuro?

WC – No tenemos una mirada nostálgica del trabajo, pero tampoco nos comemos el verso de la “nueva economía” sin derechos. El futuro del trabajo no puede ser una zona liberada para la explotación. Tiene que estar atravesado por el conocimiento, sí, pero también por la justicia social, la equidad de género, la sustentabilidad y la organización colectiva. Fundamentalmente, considerando a las franjas más vulnerables de la sociedad. Por eso, hacemos hincapié en la erradicación del trabajo infantil, en la igualdad de derechos y oportunidades para las mujeres y el colectivo LGBT, en el empleo de personas con discapacidad y en la protección de quienes son el último eslabón de la cadena del trabajo, que son los jubilados.

Desde la Provincia estamos construyendo una agenda de derechos laborales del siglo XXI, que incluya a los trabajadores de la economía digital, a las juventudes, a las mujeres y diversidades, y a todos aquellos que hoy están fuera del radar del mercado. Porque como dice Axel, el Derecho al Futuro no es una utopía: es una urgencia. Y desde el trabajo, lo estamos haciendo realidad.

Banco de (y para) la Provincia

MDF — El Banco Provincia tiene una historia muy ligada al desarrollo económico y social de la provincia de Buenos Aires y del país. ¿Qué nos podés contar sobre su origen y su rol a lo largo del tiempo? ¿En qué momentos clave creés que fue especialmente importante su presencia como banca pública?

Juan Cuattromo — Banco Provincia nació en 1822 como una iniciativa profundamente ligada al desarrollo de la economía nacional. Además, fue la primera entidad bancaria del país creada con un espíritu productivo y con una razón de ser muy clara: acompañar a los sectores que generan trabajo, producción y valor agregado. A lo largo de su historia, el banco fue un actor clave en momentos muy complejos para la Argentina, como en los últimos años, donde volvió a desempeñar un rol protagónico como banca pública. Entendemos que nuestra aproximación a la gestión del banco tiene “inspiración jauretcheana”. Así lo definió Axel. El Banco Provincia supera 200 años de historia, es el más antiguo en funcionamiento de hispanoamérica, pero no siempre fue un banco público. Recién en 1946, con Mercante como Gobernador y Perón como Presidente se toma la decisión de provincializar la entidad. Allí asumió Arturo Jauretche, poniendo en claro que la gestión de las finanzas desde el Estado tiene como rol y sentido ser soporte de las actividades productivas en el marco de una planificación del desarrollo impulsada desde el Estado.

Casa Matriz del Banco Provincia en La Plata, construida entre 1883 y 1886

En los ‘80, Aldo Ferrer también fue presidente de la entidad.  Lo que distingue al Banco en estas etapas, es que no persigue una lógica de rentabilidad financiera, sino de utilidad pública, ya que su único dueño es el pueblo bonaerense. Por ejemplo, en momentos de elevada rentabilidad de todo el sistema financiero (2022-2023), nosotros optamos por operar con niveles más bajos de ganancia en virtud de realizar una fuerte inversión de beneficios con Cuenta DNI. Esto ayudó a las familias, a los comercios y a la economía bonaerense. Esto lo podrían haber hecho entidades privadas, pero su objetivo es maximizar la ganancia. No es nuestro caso, sin que esto implique una administración poco responsable del patrimonio público. Hoy el banco luce la mayor solvencia financiera de su historia, pero siempre cumpliendo su rol de banca pública. Todo esto se traduce en una banca cercana, con presencia en cada rincón de la provincia, que entiende las necesidades de las familias y de las pymes. Atendemos a más de 10 millones de clientes (más que duplicamos la cantidad de clientes en relación a 2019), tenemos presencia en los 135 municipios y nuestra red de cajeros es la más grande de toda la provincia. Son ejemplos donde la innovación tecnológica se conjuga con la cercanía y el territorio.

MDF — Cuando asumieron la gestión en 2019, ¿con qué Banco Provincia se encontraron? ¿Cuál era la herencia que dejaban los gobiernos anteriores, y qué impronta y propósitos buscaron darle al BAPRO desde el gobierno de Axel Kicillof?

Juan Cuattromo — Cuando nos tocó asumir la conducción de Banco Provincia nos encontramos con un banco desfinanciado, que había sido puesto al servicio de la especulación financiera, con tasas usurarias para las pymes, sin una política clara de inclusión ni de desarrollo territorial. Habían abandonado su rol histórico de banca pública. Doy un ejemplo: en diciembre de 2015, el banco representaba el 12,0% de todo el crédito a la producción. Para fines de 2019, había caído al 7,8%. Desde el primer día de nuestra gestión, junto al gobernador nos propusimos recuperar el verdadero sentido del Banco, que es ser un instrumento al servicio del pueblo bonaerense. Tres ejes guiaron la gestión: desarrollo productivo, innovación y cercanía. Eso implicó reconstruir su capacidad operativa, volver a financiar al sector productivo, implementar políticas activas para las familias y hacerlo siempre con una mirada innovadora y de cercanía.

Todo esto fue posible gracias al trabajo articulado con el resto del gabinete provincial. Como decía antes, nos inspiramos en las mejores tradiciones de la banca pública bonaerense en su historia, pero también trabajamos de forma articulada con bancas de desarrollo de toda América Latina, a través de nuestra participación en la Asociación Latinoamericana de Instituciones Financieras para el Desarrollo (ALIDE), organización que nos toca presidir desde este año. Allí colaboramos activamente con el BNDES de Brasil, NAFIN/Bancomext de México o Finagro de Colombia. En nuestro país, también buscamos articular una visión federal para el sistema financiero mediante la Asociación de Bancos Públicos y Privados de Argentina (ABAPPRA), organización que también nos toca presidir desde este año. De este modo, conjugar nuestra historia más potente, con una visión regional y federal es lo que nos pide Axel para pensar una banca de desarrollo en un momento tan complejo de nuestro país y del mundo.

MDF — ¿Cuáles son las principales políticas, acciones y herramientas que lograron poner en marcha en estos años? ¿Qué balance hacés de programas como Cuenta DNI, que tuvo una gran visibilidad?

Juan Cuattromo — Uno de los grandes hitos de esta gestión fue sin duda la creación de Cuenta DNI, la billetera digital gratuita de Banco Provincia que relanzamos y potenciamos al inicio de nuestra primera gestión y que hoy la usan más de 10 millones de personas en todo el territorio bonaerense y más de 150.000 comerciantes. Fue una política pensada para ampliar derechos, democratizar el acceso a servicios financieros y fomentar el consumo en los comercios de barrio. A través de los descuentos mensuales que implementamos, las familias bonaerenses ahorraron miles de millones de pesos y los pequeños negocios vieron crecer sus ventas exponencialmente.

Juan Cuattromo — Hoy en día la app incorporó créditos personales, lo que demuestra el enorme potencial que tiene la banca pública para democratizar el acceso al financiamiento. Pero, además, la billetera digital de la banca pública bonaerense fue el símbolo, durante todos estos años, de una fuerte inversión en digitalización y modernización de la banca pública. Recibimos varios reconocimientos internacionales, el más significativo fue haber reconocido a la Cuenta DNI como la mejor respuesta a nivel global de una institución financiera ante la pandemia. Como decía antes, aquí la idea fue redefinir todo el ecosistema digital del banco (Banca Digital, web y móvil, Cuenta DNI, Cuenta DNI Comercios, Provincia Compras, ProCampo Digital, BIPI 3.0 para el sector público), sin perder de vista la cercanía y la inclusión. Nuestro programa Incluir realiza actividades de capacitación financiera.

En 2025, lanzamos la nueva edición de Rico.En.Data donde esperamos llevar nuestro curso de educación financiera a todos los pibes y pibas de 4to año de la PBA y recorrimos la provincia con nuestra muestra itinerante Incluir en Movimiento. Promovemos activamente la cultura con los Premios Banco Provincia (literatura, pintura, fotografía) y lideramos las nuevas agendas de nuestra sociedad. Fuimos el primer banco del país en crear una Comisión de Mujeres, Género y Diversidad, creamos un protocolo contra las violencias, creamos también nuestra Comisión de Sostenibilidad y aplicamos modelos de evaluación del riesgo que incorporan dimensiones sociales y ambientales.

MDF — El Gobierno de la Provincia de Buenos Aires suele plantearse como un escudo y una red frente al ajuste nacional. En este marco de ajuste al consumo y ataque al tejido productivo que lleva adelante el Gobierno de Javier Milei, ¿De qué manera el BAPRO actúa como red y sostiene hoy un rol de protección, inclusión y desarrollo?

Juan Cuattromo — Banco Provincia es una parte fundamental de una red de contención que impulsa nuestro gobernador frente al brutal ajuste que están sufriendo los argentinos y las argentinas. Mientras desde el gobierno nacional se recortan programas, se paraliza la obra pública y se abandona a las pymes, nosotros multiplicamos el esfuerzo para sostener el entramado productivo y proteger el poder adquisitivo de las familias. Aquí vale tener presente que nuestra estrategia de funcionar como banco de desarrollo comprometido con la realidad de nuestro pueblo, también implica que este modelo de ajuste nos afecta particularmente dado que nuestros clientes y clientas, empresas pymes o emprendedores de la economía popular están sufriendo las consecuencias económicas del modelo de Milei. Además, el desfinanciamiento a la provincia y los municipios, nos afecta doblemente en tanto nuestro rol de agente financiero. En ese sentido, mantenemos los beneficios de Cuenta DNI, otorgamos créditos accesibles a las familias, apoyamos con asistencia financiera a municipios en emergencia (alcanzamos 100 municipios que recibieron algún leasing del banco en estos años) y seguimos cerca de cada sector que necesita del acompañamiento del banco.

La realidad es objetivamente compleja y requiere más creatividad y cercanía que nunca. Debe tenerse en cuenta además, que las herramientas de apoyo que existían del gobierno nacional hoy no están más. Por ejemplo, la línea de Inversión Productiva que ponía foco en el financiamiento PyME de mediano plazo fue finalizada en abril de 2025. O el FONDEP que ofrecía subsidios de tasa a la producción finalizó a fines de 2023. Es decir, para este gobierno el sistema financiero no debe apoyar a la producción, lo que es doblemente nocivo dado el esquema macroeconómico de ajuste y apertura. Pero además, tampoco se concibe un rol para la Banca Pública, que de hecho, quieren privatizar. Nosotros creemos en una banca pública que no especula, sino que se compromete con su gente porque en definitiva, ese es nuestro rol. En este sentido, durante 2025 invertimos más de $100.000 M en asistencias para atender las inundaciones de Bahía Blanca, esto es solo el banco puso recursos equivalentes a la mitad de todo lo que anunció el gobierno nacional.

¿El fin de la globalización?

Jorge Alemán — Estamos en una una coyuntura distinta en este mundo.  En esto están cosas que vos conocés muy bien: actores como China, Europa, Estados Unidos, así que te dejo con estos estos rayos para que nos órdenes el panorama.

Axel Kicillof — Hoy tenemos el ya consagrado Liberation Day, el 2 de abril. Lo que pasó en ese día es que Trump dio un giro copernicano de 180 grados con respecto a la política económica exterior norteamericana, subiendo los aranceles de manera muy significativa prácticamente a todos los países del planeta. Lo cual obviamente implica una reconfiguración en materia de globalización.

También lo que hace Trump es una declaración de bancarrota de la economía norteamericana, del Estado norteamericano. Es una declaración de bancarrota conceptual y una declaración de bancarrota geopolítica.  Pero este día tiene una gestación muy larga. Es el desenlace de una situación que se viene acumulando.

Estados Unidos es el caso de una economía y de una potencia acorralada por la estructura económica mundial. Las promesas incumplidas del consenso de Washington quedaron muy de manifiesto a finales de la década de los 90. Crisis del neoliberalismo en todo Latinoamérica. Lo que ya sabemos: toda esa batería de políticas nos llevó a crisis financieras muy profundas.

¿Pero qué le pasó a Estados Unidos con la aplicación de estas políticas? Nos venimos a enterar ahora que todo este armado de la economía internacional perjudicó a quien las construyó: a Estados Unidos. Trump en el Liberation Day denuncia eso: se aplicaron estas recetas de libre comercio internacional, de globalización y Estados Unidos se desindustrializó. Y esa fue la ruina para los trabajadores norteamericanos.

J.A. — ¿Cómo pudo haber ocurrido, según esta lectura tuya, que las izquierdas de los países periféricos, subalternos, se percibían a sí mismas como explotadas por el imperio norteamericano y mientras tanto, según tu tesis, a la vez Estados Unidos se estaba destruyendo?

A.K. — Hay un cambio en la estructura económica mundial que marca una profunda crisis, y como todas las crisis sus manifestaciones son confusas y contradictorias. Estados Unidos es un país, pero Estados Unidos a su vez tiene a su interior sectores e intereses que a veces son contradictorios y diversos. Hay determinados sectores en Estados Unidos a los que el programa de la globalización les resultaba lucrativo y otros a los que no. Las victorias de Trump, ambas, vienen a representar esos otros sectores que se volvieron de repente mayoritarios en términos cuantitativos electoralmente.

¿Qué es lo que le pasó a Estados Unidos? Ellos tuvieron primero una época de fordismo donde las industrias estaban localizadas en Estados Unidos. Y uno recuerda los 80. Cada etiqueta textil decía Made in USA. Con la globalización comenzó una carrera de los capitales norteamericanos para relocalizar la producción en la búsqueda de salarios muchísimo más baratos. Dijeron, “El mundo es nuestro, produzcamos donde es más barato producir”. Progresivamente todo el aparato fordista se mudo al sudeste asiatico. De Made in USA pasamos a Made in Vietnam, Made in Singapur, Made in China.

Desde el punto de vista de la globalización era un éxito, desde el punto de vista de la economía norteamericana generaba condiciones de extremo desequilibrio y vulnerabilidad. No solo por la pérdida de trabajo, sino porque toda esa mudanza de la producción lo que determina es que las potencias, y particularmente Estados Unidos, terminan viviendo de productos que no fabrican. La forma nacional que toma la globalización hace que la economía norteamericana esté en déficit comercial crónico. Todo lo que consumen los trabajadores, el pueblo, la sociedad norteamericana se produce muy lejos. Por eso, desde el punto de vista de las cuentas nacionales, la balanza comercial norteamericana debe haber estado 60 años en rojo. Un déficit comercial en términos de importaciones contra exportaciones.

A su vez, el Estado norteamericano con la relocalización de la producción en el exterior, particularmente en Asia y particularmente en China, empieza a perder instrumentos y capacidades que tenía el Estado Nacional clásico. La globalización ha desencadenado la cuestión de los paraísos fiscales. Ha hecho que las empresas europeas o norteamericanas produzcan en otro lado y su sede central esté en un paraíso fiscal. Y no pagan un solo impuesto.

Estados Unidos está sufriendo las consecuencias de la aplicación del funcionamiento que propuso para el mundo. Todo esto es parte de lo que denuncia Trump en el Liberation Day. Con el anuncio, no solo instala una guerra comercial, dice: las reglas del libre comercio no favorecen a Estados Unidos, sino a otros. Es liberarse de las cadenas que ellos mismos forjaron.

2 de abril del 2025, Trump declara el ‘Día de la Liberación’ y anuncia aranceles globales generalizados contra ‘amigos y enemigos por igual’

J.A. — Mi pregunta, Axel, es por la democracia. En este contexto que has descrito, el capitalismo no puede resolver las demandas sociales. Los Estados no tienen autoridad política. ¿Qué análisis haces de esto?

A.K. — En 2009, junto con un colega, Seriani, publicamos un artículo sobre el origen de la crisis de 2008. En ese momento, las máximas autoridades del sistema financiero internacional sostenían que se trataba de una crisis financiera y que, por lo tanto, la solución pasaba por reformar la arquitectura financiera global. Lo que nosotros argumentamos es que la crisis no fue únicamente financiera: respondió a un cambio estructural en la división internacional del trabajo, que a su vez impactó en todas las esferas —monetaria, fiscal, discursiva y geopolítica—.

Al filo de aquella crisis, yo sostenía que lo que realmente estaba en juego era la capacidad misma de los Estados nacionales para enfrentar este tipo de situaciones. Hay una expresión que me gusta mucho en relación con aquella crisis, y que Trump intentó revertir —al menos en el plano discursivo—: la impotencia de los Estados nacionales.

En su momento dijeron hay que reformar todo y no reformaron nada,  porque había que hacer algo tan disruptivo que nadie se animaba a hacerlo. Yo creo que Trump, con un principio de respuesta violenta y disruptiva, convalida todo este diagnóstico.

¿Le puede ir bien a Trump con esta decisión? Voy a decir algo osado: por lo menos el diagnóstico es más realista. Pero hay que ver. Recientemente hubo una discusión, desde Apple decían: “Yo aunque me pongan esos aranceles no puedo en dos días producir el iPhone en Estados Unidos” ¿Cuántos días puede trasladarse toda la producción de Apple a Estados Unidos? ¿Cuánto tarda? Veremos. Aún no sabemos, tampoco, cuál va a ser la fuerza de trabajo. ¿Va a contratar trabajadores o va a maquinizar y a automatizar mucho más la producción? ¿Cuál es el volumen de inversión que tiene que desplegarse para que se pueda producir todo lo que se hacía en China en Estados Unidos?

J.A. — ¿Está la sombra de Keynes en esto?

A.K. — ¿Qué es lo que decía Keynes cuando participa del rediseño de la economía internacional en la posguerra? Diseñemos un sistema donde los flujos económicos, comerciales, financieros estén regulados de forma tal que no generen guerras. Entonces, propone una moneda mundial, propone un banco mundial, propone un fondo monetario mundial para que los desequilibrios económicos no se resuelvan a las trompadas. ¿Qué está haciendo Trump? Resolver un poco a las trompadas el desequilibrio económico.

En estos momentos vuelven teorías que hace años se consideraban anacrónicas, que tienen que ver con el proteccionismo, con el mercantilismo. Keynes no es mercantilista, pero le da la razón al mercantilismo por algunos motivos. Lo que dice Keynes es: “El Estado nación tiene que cuidar su producción,  pero no en el marco de una guerra, sino de un concierto de naciones y reglas de juego claras.” O sea, cada país debería ocuparse de lo propio. En aquel contexto de posguerra era un convite a Inglaterra: ya no somos el centro de un imperio, ocupémonos de lo nuestro, que no nos liquide Estados Unidos. En ese sentido, hoy Keynes diría esto mismo: gobernar es crear trabajo. Es promover la inversión doméstica.

J.A. — ¿Qué hace China en esta coyuntura mundial? ¿Qué es lo que ocurre?

A.K. — El salario de los trabajadores industriales norteamericanos, lógicamente, está estancado desde los 80. ¿Por qué? Porque ese sector se desindustrializó.

En cambio, China se ha dedicado a producir ingenieros en software, ingenieros industriales y maquinaria.  Mientras una empresa capitalista, una parte del ahorro la reinvierte, otra se la consume el dueño y otra se la “timbea”, en el modelo chino todo se reinvierte. El excedente va dirigido a ampliar la producción, a fabricar ciudades, construir ferrocarriles, hacer infraestructura, a traer a los campesinos chinos a las áreas urbanas.

Construcción de un parque industrial en Fuzhou, ciudad del sureste chino (2023).

A.K. — Por ejemplo, cuando yo era Ministro de Economía encabecé diferentes misiones a China. Yo tenía la coordinación de la delegación argentina y el responsable de la delegación China era su Ministro de Planificación. El me decía: “nosotros tenemos un gran problema. Somos una economía atrasada” – porque su nivel de ingreso per cápita con 1400 millones de habitantes era bajo o medio. Nuestra idea para sacar a China del subdesarrollo —me decía— es transformar a la población campesina en población urbana, con empleos fabriles. Entonces le pregunté: ¿cuántos campesinos son? —600 millones —me respondió. Su plan para lograrlo consistía en crear nuevas ciudades con fábricas e infraestructura, y relocalizar a esa población a razón de 60 millones de personas por año. Es decir, el equivalente a trasladar, cada año, una Argentina entera. Preguntabas qué está haciendo China: desarrollarse, eso es lo que viene haciendo.

J.A. — ¿Qué destino tiene un país como Argentina en esta compleja descripción que has hecho?

A.K. — Yo siempre digo: el mundo está en transición. Y todos asienten: sí. Pero cuando pregunto: ¿transición de qué y hacia qué?, ahí ya no hay un acuerdo claro. Lo cierto es que estamos en un momento de turbulencia, en un punto de inflexión.

Creo que en este contexto surgen muchas oportunidades para la Argentina, pero que solo podrían aprovecharse bajo ciertas condiciones. Si este fuera, conjeturalmente, un proceso de relocalización de la producción y de generación de nuevos espacios productivos de mayor escala, entonces la gran oportunidad para la Argentina sería la integración regional. Con Brasil, por supuesto, con los países vecinos e, incluso, con la posibilidad de proyectarse hacia México, configurando así un territorio bisagra.

¿Cuál es el desafío en este contexto? Ponerle valor agregado acá a nuestras producciones, economías y exportaciones y que eso repercuta en un proceso virtuoso de crecimiento con inclusión. Un crecimiento que genere empleo calificado con buenos salarios, ese debe ser el objetivo. Si, por el contrario, se apuesta a un crecimiento basado únicamente en las materias primas (sean mineras, hidrocarburíferas o del agro), el crecimiento que tendremos será uno muy segmentado, desigual, con baja capacidad de absorción de mano de obra, y que no requiere de buenos salarios.

Estamos en una etapa bisagra, compleja, donde resulta urgente volver a plantearnos un nuevo modelo de desarrollo que tenga en cuenta el nuevo contexto mundial y que ponga en el centro del desarrollo a las necesidades, derechos y aspiraciones de la sociedad.

Integrar y construir dignidad

MDF: ¿Cuáles son los principales objetivos del OPISU y qué políticas concretas están llevando adelante para mejorar la vida en los barrios populares? ¿Qué impacto tuvieron en esta etapa y en qué territorios se ve con más fuerza esa transformación?

Romina Barrios: El OPISU trabaja por la integración social de los barrios populares de la provincia de Buenos Aires. Entendemos por integración social y urbana —o, como comúnmente se la denomina, urbanización— la atención conjunta de los aspectos físicos, sociales y productivos de las comunidades que habitan en estos territorios. Cuando hablamos de barrios populares, nos referimos a diversas formas de urbanización popular: villas, asentamientos, loteos informales, tomas organizadas, e incluso complejos habitacionales que atraviesan situaciones de emergencia habitacional.

Actualmente, desarrollamos nuestras acciones en 66 municipios de toda la provincia, interviniendo en más de 250 barrios populares mediante obras, programas y servicios de distintas escalas. Llevamos adelante lo que denominamos proyectos integrales, los cuales, de forma continua abordan obras de infraestructura primaria, secundaria, domiciliaria e intradomiciliaria. Esto implica, por ejemplo, realizar intervenciones que abarcan desde una obra de captación primaria de agua hasta la conexión final dentro de cada vivienda. Lo mismo aplicamos para sistemas de saneamiento, redes cloacales, obras hidráulicas, pavimentación, alumbrado público, y también la construcción de equipamientos comunitarios. En este marco, construimos escuelas, fortalecemos clubes de barrio y espacios comunitarios en entornos que sufren privaciones agudas y postergaciones estructurales .

Además, trabajamos con una fuerte perspectiva de generación de empleo y fortalecimiento de las economías locales en cada barrio, como parte fundamental del proceso de integración social. Un ejemplo de ello es el trabajo que venimos realizando en tres barrios populares de la Matanza -Puerta de Hierro, San Petersburgo y 17 de Marzo-, con proyectos de integración urbana, construcción de complejos de viviendas, mejoras habitacionales, regularización dominial, ejecución y mejora de espacios públicos y espacios socio-comunitarios, mejoras de comercios, apoyo a emprendimientos y capacitación laboral, gestión de residuos, saneamiento, obras eléctricas, de cloaca, agua y pavimentación.

MDF: Frente al abandono del Gobierno Nacional, Axel Kicillof ha planteado que la Provincia actúa como “escudo y red” para cuidar a las y los bonaerenses. ¿Cómo se expresa eso en la tarea del OPISU? ¿Qué ejemplos podés dar que evidencien la deserción nacional y el rol activo que asume la Provincia en materia de integración urbana y acceso a derechos?

Romina Barrios: La deserción del Gobierno Nacional impacta muy fuertemente en nuestros barrios, y lo hace de diferentes maneras. Algunas de esas formas son directas y otras más indirectas, pero en todos los casos el efecto es profundo. En primer lugar, el desmantelamiento de las políticas sociales y de inclusión que estaban destinadas a distintas franjas etarias —niñeces, jóvenes, adultos, personas mayores— generó un vacío significativo. Tal vez, el aspecto más cruel de esta deserción concierne a que la política de ajuste aplicada ha comprometido la seguridad alimentaria. En el marco de esa emergencia, el OPISU, en articulación con otros organismos, ejecuta el Programa S.A.N.A que busca dar respuesta a las demandas y necesidades básicas alimentarias de la población de barrios populares bonaerenses. S.A.N.A implementa una estrategia integral que consiste en la entrega mensual de alimentos a comedores junto con la realización de mesas barriales que incluyen actores vinculados a los circuitos alimentarios locales de cada barrio, asistencia técnica para brindar información, implementar operativos de salud integral y capacitaciones.

A esto se suma la interrupción del financiamiento para obra pública y la paralización de proyectos que, en muchos casos, estaban próximos a finalizar. No se trata solo de viviendas, sino también de obras de infraestructura fundamentales para el desarrollo de los barrios.

Los procesos de integración urbana son largos y técnicamente complejos. Implican intervenciones concatenadas, es decir, obras que dependen unas de otras. Por ejemplo, la paralización de obras en el Acceso Sudeste afecta directamente nuestros proyectos en Quilmes e Itatí. También nos impacta la suspensión de los programas de limpieza, mantenimiento y gestión de cursos de agua que realizaba la ACUMAR. Esto tiene consecuencias visibles, especialmente en lo que respecta a las inundaciones, porque es muy difícil sostener ese tipo de tareas a gran escala desde lo local.

Estos efectos también se evidencian en eventos climáticos extremos, como ocurrió en Bahía Blanca. Allí estaba, por ejemplo, la obra detenida por el Gobierno Nacional entre la Ruta 33 y la 3 —conocida como el distribuidor del Cholo—. El freno a esa obra tuvo un impacto muy fuerte, porque todo el sistema hidráulico previsto para canalizar el agua, así como parte del sistema pluvial urbano de los barrios de la zona, quedó sin resolver. Además, esa obra inconclusa actúa hoy como una barrera urbana que dificulta aún más la evacuación del agua. Las obras detenidas no postergan soluciones urgentes sino que también generan nuevos problemas y daños muy graves.

En este contexto, nuestra tarea es actuar como escudo y como red. No nos resignarnos a trabajar únicamente en la emergencia, sino a sostener el horizonte de integración social y urbana, a luchar contra – en palabras de Francisco- el descarte. Por culpa de la deserción del Gobierno Nacional, tal vez debamos ralentizar algunos de los objetivos que nos habíamos propuesto, pero no vamos a renunciar a la tarea que asumimos: integrar y construir dignidad. Eso implica cuidar con mucha atención las obras que siguen en marcha, que el gobernador prioriza en términos presupuestarios y políticos. Nuestra responsabilidad es garantizar, en conjunto con las cooperativas y las empresas constructoras que licitan obra pública, que esos proyectos se desarrollen en tiempo y forma, con eficiencia, transparencia y cuidando los recursos de la provincia de Buenos Aires.

Operativo de asistencia en Bahía Blanca coordinado entre el OPISU, el Ministerio de Desarrollo de la Comunidad y el Ministerio de Ambiente de la Provincia.

MDF: Los proyectos de urbanización popular muchas veces enfrentan obstáculos estructurales y prejuicios ideológicos. ¿Qué visión del Estado, del territorio y de la comunidad guían la tarea del OPISU? ¿Qué implica “urbanizar con inclusión y justicia social”?

Romina Barrios: Efectivamente enfrentamos prejuicios, tal vez ideológicos, y también obstáculos propios del proceso. Y ahí surge una pregunta clave: ¿qué visión del Estado, del territorio y de las comunidades estamos manejando?

Lo primero que tenemos que entender es que enfrentamos un problema estructural, tanto en nuestro país como en América Latina: la segregación urbana producto de la desigualdad social. Las crisis de vivienda o los problemas habitacionales dejaron de ser emergencias puntuales para convertirse en cuestiones estructurales que debemos abordar con políticas públicas sostenidas. No se trata de caridad sino de trabajar para cumplir derechos, derechos que están en la Constitución.

El gobernador suele explicar muy bien cómo los procesos de segregación urbana y los modelos neoliberales van generando problemas estructurales, y luego se nos acusa de no hacer obras. La realidad es que, en los últimos 70 años, la población de la provincia de Buenos Aires se cuadruplicó sin que se realizaran las obras e inversiones necesarias para acompañar ese crecimiento. Y ese crecimiento no fue solo resultado del desborde de la ciudad de Buenos Aires, sino de un modelo de desarrollo productivo vinculado al trabajo que muchas veces agravó la exclusión. La falta de planificación y recursos sostenida en el tiempo y las dificultades para planificar ordenadamente ese crecimiento han generado desequilibrios. Como se dice coloquialmente, estamos siempre corriendo atrás del problema. De allí que resulta tan valiosa e inédita la decisión política de Axel de enfrentar los problemas estructurales y de fondo. Por eso, hay un gran desafío en términos de capacidades estatales para conocer, abordar y planificar soluciones de fondo. Frente a problemas tan profundos, resulta imperdonable el retiro del Estado que propone Milei.

Lo que discutimos, en definitiva, es la posibilidad de consolidar un modelo de gestión, una forma de hacer las cosas que nos permita avanzar hacia la integración social y urbana. Creo que ya está saldada la discusión que reduce el problema habitacional a la falta de una vivienda o una unidad física. Ese es el primer paso que intentan resolver los vecinos, pero el problema real está en las infraestructuras, y el Estado no puede mirar para otro lado. El mercado inmobiliario no produce integración urbana y social.

Necesitamos intervenciones profundas sobre las redes de agua, cloacas, sistemas de saneamiento, iluminación, pavimento, espacios públicos, y también sobre el acceso a derechos básicos: educación, salud, seguridad, cultura. Por eso, lo que discutimos es una mirada integral, una forma de hacer, una perspectiva que no solo contemple las necesidades físicas —que son fundamentales para una vida digna—, sino también las dimensiones sociales, comunitarias y productivas. Reconocer y fortalecer el desarrollo económico que existe en los barrios y su integración al mundo del trabajo. En definitiva, lo que estamos proponiendo es un modelo que pueda ser sostenible. No queremos poner parches.

MDF: Más allá de las urgencias que impone el ajuste nacional, ¿cuáles son las transformaciones de fondo que se busca consolidar en el mediano plazo?

Romina Barrios: Lo que buscamos consolidar en el mediano plazo es la posibilidad de explicitar con mayor claridad la necesidad de un modelo de gestión específico para atender las urbanizaciones populares existentes. Se trata de reconocer que estas urbanizaciones son resultado de la incapacidad histórica del Estado para planificar ciudades inclusivas, y que por tanto su atención debe ser una responsabilidad estatal.

Desde esa mirada —una mirada de reparación y basada en el paradigma de los derechos humanos— sostenemos que todos merecemos un lugar digno donde vivir. Pero ese lugar no es solo una vivienda: es también un entorno, una comunidad, y el acceso garantizado a servicios básicos. Necesitamos volver a construir un consenso en torno a una idea fundamental: si algunos viven muy bien y otros muy mal, todos vivimos peor. La segregación urbana, la injusticia espacial y social generan más violencia y degradan la calidad de vida de toda la sociedad.

Parte de este camino implica recuperar una visión de progreso e inclusión basada en el trabajo, y también derribar prejuicios profundamente instalados. Uno de los más frecuentes es creer que en los barrios populares “no se quiere pagar” los servicios. Pero la verdad es que la inmensa mayoría de nuestros vecinos sí quiere pagar por servicios, porque los necesita. El problema es que muchas veces las prestatarias de servicios públicos no reconocen esos territorios como sujetos de derecho, y no están dispuestas a garantizar servicios de calidad, como los que se ofrecen en otras zonas.

En lugar de poner el foco en la supuesta gratuidad, deberíamos preguntarnos por qué no hubo históricamente un stock de oportunidades y condiciones para que todos puedan acceder a servicios y pagarlos como corresponde. Nuestro trabajo apunta justamente a construir sociedades más igualitarias, con derechos garantizados y también con obligaciones. Por eso acompañamos procesos de regularización, entrega de títulos, inclusión en el padrón del impuesto inmobiliario de ARBA, conexión a redes eléctricas formales y acceso a servicios de limpieza y mantenimiento urbano.

Pero también señalamos con claridad: necesitamos que las empresas prestatarias —como EDENOR, EDESUR, AYSA, entre otras— asuman su parte. Muchas veces, incluso desde el gobierno provincial estamos dispuestos a financiar las obras necesarias, pero no logramos obtener las factibilidades técnicas ni el compromiso de ejecución por parte de esas empresas. Entonces, ¿dónde están realmente los prejuicios? ¿Y cómo operan esas miradas discriminatorias?

El gran desafío que tenemos en el mediano plazo es poder consolidar un modelo de gestión que defina con claridad qué significa urbanizar. Urbanizar no es hacer cualquier cosa: es construir una ciudad justa, con reglas claras, con derechos y obligaciones para todos. Es apostar por una sociedad de iguales, en donde el acceso al suelo, a la infraestructura y al hábitat digno sea un derecho universal y no un privilegio.

Esta mirada no es utópica ni está alejada de la realidad. Es una propuesta concreta que busca que nuestros barrios sean parte activa de la planificación urbana, que sean reconocidos formalmente dentro del ordenamiento territorial. No partimos de cero: hemos conquistado normas, hemos logrado presupuestos, y se han creado instrumentos financieros clave, como el Fideicomiso SISU, que hoy se ve amenazado por el desfinanciamiento, pero que vamos a recuperar.

Cuando ese momento llegue, tenemos que estar preparados: con planes de obra, con proyectos de trabajo, con planificación territorial que tenga a nuestros barrios adentro. Reurbanizar, para nosotros, es posible y es una obligación. Tenemos un Gobierno Nacional insensible , ausente y que implementa una política económica que rompe el tejido social de los barrios populares. Pero también tenemos un gobierno provincial decidido a seguir construyendo dignidad y el derecho al futuro para todos. Para nosotros, la urbanización es parte esencial del  proyecto de justicia social que abrazamos.


Romina Barrios es Directora Ejecutiva del Organismo Provincial de Integración Social y Urbana.

¿Por qué China?

Desde hace muchos años, China ocupa un lugar especial en mi vida. Por eso, la pregunta “¿Por qué China?” fue el título de mi primer libro y, aunque parezca retórica, sigue guiando muchas de mis reflexiones. Nací en los años 70 y fui testigo, desde la distancia, de los profundos cambios que atravesó ese país. Como estaba viviendo en el exilio, las noticias me llegaban a través de agencias internacionales como Prensa Latina y despertaban en mí una mezcla de curiosidad y admiración. Con el tiempo, mi interés se transformó en estudio y luego, gracias a mi labor diplomática, en experiencia directa. Esta combinación entre teoría y práctica me permitió comprender mejor la evolución de una civilización que no deja de sorprender.

Ahora bien, ¿qué implica hablar de China? Hablar de China es remontarse a una historia de más de cinco mil años, marcada por la sabiduría de pensadores como Lao Tsé, Confucio y Sun Tzu, tres figuras fundamentales que vivieron hace más de dos mil años. Pero también es referirse a una historia reciente de profundas transformaciones, como las impulsadas por líderes revolucionarios como Sun Yat-sen y Mao Zedong.

La fundación de la República Popular en 1949 significó un punto de inflexión: desde entonces, China pasó de la pobreza y el aislamiento a convertirse en una potencia global. Especialmente relevante fue el proceso iniciado en 1978 con las reformas de Deng Xiaoping, que introdujeron un modelo económico mixto, combinando elementos del mercado con el socialismo. Esto dio lugar a uno de los crecimientos más notables de la historia moderna. En apenas cuatro décadas, más de 800 millones de personas salieron de la pobreza: el gigante asiático logró en 40 años lo que a potencias como Estados Unidos e Inglaterra les tomó más de dos siglos.

A medida que profundizaba mis conocimientos, comencé a comprender la magnitud del impacto que China tenía —y tendría— en el orden mundial. El siglo XXI inauguró una nueva etapa geopolítica, marcada por el desplazamiento del centro económico global desde el Atlántico Norte hacia Asia-Pacífico. En ese contexto, China emergió como un actor central, promoviendo iniciativas como la Franja y la Ruta (One Belt, One Road, OBOR) y la creación del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (BAII), propuestas orientadas a construir un nuevo orden multilateral, más inclusivo y justo para los países en desarrollo.

Si me preguntan hoy si China es un faro de innovación científica y tecnológica, mi respuesta es sí, sin lugar a duda. China ya no es ese país que simplemente fabricaba productos para otros o replicaba tecnologías extranjeras. En pocos años, logró posicionarse como líder en áreas clave gracias a una enorme inversión en investigación y desarrollo, una red de universidades de primer nivel y un ecosistema empresarial tecnológico muy potente.

Universidad Renmin de China, ubicada en Haidian, Pekín. Institución co-financiada por el Ministerio de Educación y el Gobierno Popular Municipal de la ciudad.

En inteligencia artificial, por ejemplo, lideran en patentes y publicaciones. En energías renovables, dominan el mercado global de paneles solares, baterías y autos eléctricos. Su programa espacial también es impresionante: alunizaron en la cara oculta de la Luna y operan su propia estación espacial. En biotecnología, respondieron con rapidez durante la pandemia y avanzan en edición genética.

Es cierto que todavía dependen de Occidente en algunos sectores estratégicos, como los microchips más sofisticados, pero están avanzando rápido para reducir esa brecha. Lo más llamativo para mí es que no están copiando modelos: están creando el suyo propio, con una visión de largo plazo y una articulación eficiente entre lo público y lo privado. Por eso digo que China, hoy, no solo innova: también propone un nuevo modo de pensar la innovación.

Justamente, ese es uno de los principales focos de tensión actuales entre Estados Unidos y China: una disputa estratégica por el liderazgo global, especialmente en áreas tecnológicas, como mencioné anteriormente, pero también en los ámbitos financiero, geopolítico y monetario. Esta rivalidad se manifiesta cuando Washington presiona a otros países para que se alejen de Beijing, como ocurrió recientemente con Argentina en relación con el swap de monedas con China. Gracias a este acuerdo, el Banco Central Argentino no solo incrementó en el pasado sus reservas, sino que también utilizó los yuanes para pagar importaciones provenientes de China, como las vacunas que ayudaron a mitigar la crisis causada por la covid-19.

Esto, por supuesto, no es bien visto por Estados Unidos, que busca limitar la influencia financiera de China en América Latina. Seguramente recordarás que, a mediados de abril de este año, el secretario del Tesoro de EE.UU., Scott Bessent, visitó Argentina y solicitó al gobierno —que una semana antes había renovado parte de su línea de swap de divisas por US$18.000 millones— que cancelara el acuerdo. Este es solo uno de los aspectos que Estados Unidos intenta frenar; hay otros intereses estratégicos que van más allá del ámbito monetario e incluyen áreas como infraestructura, acceso a recursos naturales, redes 5G y cooperación en ciencia y tecnología.

Ahora bien, para entender mejor esta dinámica, es esencial preguntarnos cómo llegamos a esta etapa en las relaciones entre Argentina y China, que hoy están en el centro de diversas tensiones globales, tema este último que podremos tratar en otro encuentro.

Axel Kicillof durante una visita oficial a la República Popular China en 2022.

El 19 de febrero de 2022, la República Popular China y Argentina celebraron el 50° aniversario del establecimiento de las relaciones diplomáticas. Sin embargo, previo a este periodo, ya existía un vínculo con China. Las relaciones diplomáticas entre ambos países se establecieron en 1945, durante la presidencia del general Edelmiro Farrell. Las relaciones bilaterales fueron continuadas posteriormente durante el gobierno constitucional del presidente Juan Domingo Perón, al menos hasta el triunfo de la Revolución maoísta y la proclamación de la Nueva China.

Más allá de la admiración y simpatía que se profesaban ambos líderes, Perón y Mao Zedong —algo de lo cual ha quedado debido registro documental—, en 1949 la representación diplomática en Shanghái fue retirada. Para contextualizar lo que sucedía, recordemos que el mundo se encontraba transitando el período de la Guerra Fría, y Argentina, que durante la mayor parte de la Segunda Guerra Mundial se mantuvo neutral, necesitaba mostrar credenciales democráticas para insertarse en el nuevo orden de posguerra que se estaba construyendo, reincorporarse al sistema panamericano y alejar las sospechas que la vinculaban en particular con los regímenes fascista italiano y franquista español. Estas sospechas, como todo buen peronista sabemos, fueron alentadas por los sectores de lobby más rancios de Washington y permeaban la opinión pública de ese país, y asimismo fue un argumento utilizado por la oposición política argentina en aquel entonces.

Volviendo al hilo de mi argumentación, quiero enfatizar que en dicho escenario (el de posguerra), de haber establecido relaciones formales con la China de Mao —que tempranamente selló un Tratado de Amistad, Alianza y Asistencia Mutua con la Rusia de Iósif Stalin— el gobierno peronista hubiese tenido que pagar un costo muy alto por su osadía. No obstante, cabe recordar que todas esas presiones no evitaron que, rompiendo el bloqueo norteamericano, Perón enviase un cargamento de trigo a China en 1950 o que, más tarde, en el año 1954, una delegación compuesta por funcionarios de la secretaría de Comercio Exterior y la Unión Industrial Argentina visitase aquel país.

Tras la muerte de Stalin en 1953, las relaciones entre China y la URSS comenzaron a deteriorarse, especialmente después del XX Congreso del PCUS. El quiebre definitivo ocurrió en 1963 con la publicación del documento Polémica acerca de la línea general del movimiento Comunista Internacional. No voy a extenderme mucho al respecto, solo quiero señalar que este distanciamiento llevó a Washington a aprovechar la fractura sino-soviética para dividir el campo comunista, buscando contrarrestar la crisis de hegemonía que vivía tras la Guerra de Vietnam. Estados Unidos no solo estrechó relaciones con China, sino que, al reconocerla diplomáticamente, abrió el camino para que otros países bajo su influencia hicieran lo mismo.

Tal fue el caso de Argentina: el 16 de febrero de 1972, nuestro país y China firmaron en Bucarest un Comunicado Conjunto que estableció formalmente las relaciones diplomáticas. Este documento sentó las bases para una relación bilateral fundada en el respeto mutuo a la soberanía, la integridad territorial y la no injerencia en asuntos internos, conforme a los principios de igualdad y beneficio recíproco. La decisión del gobierno de facto de Lanusse de establecer relaciones con China respondió al contexto internacional favorable, marcado por el acercamiento entre EE.UU. y China, su reconocimiento en la ONU y un cambio de postura en las Fuerzas Armadas argentinas. Argentina se adelantó así a la visita de Nixon y se convirtió en uno de los primeros países latinoamericanos en formalizar vínculos con Beijing. Más allá del contexto geopolítico, la decisión también respondió a una visión estratégica sobre el potencial del mercado chino para el sector agroalimentario argentino, así como al interés por contar con el respaldo de China en la cuestión Malvinas, dado su rol como miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU.

Tras el regreso del peronismo en 1973, la política exterior argentina adoptó un enfoque autónomo bajo la “tercera posición”, promoviendo vínculos con el bloque socialista. Durante los gobiernos de Cámpora y Perón, se fortalecieron las relaciones con Europa del Este, la Unión Soviética y Cuba, y Argentina ingresó al Movimiento de Países No Alineados. En ese marco, se profundizó la relación con China: se abrió la embajada argentina en Beijing, se establecieron agregadurías militares y se instaló la agencia Xinhua en Buenos Aires.

Estos vínculos se mantuvieron durante la dictadura militar (1976-1983), a pesar de su ideología anticomunista, y se fortalecieron con el retorno de la democracia. Raúl Alfonsín reactivó la relación con China, apoyó su ingreso al Tratado Antártico y su reclamo sobre las islas Nansha, mientras China respaldó la soberanía argentina sobre Malvinas.

Durante los gobiernos de Menem y De la Rúa, aunque la política exterior estuvo alineada con EE. UU., se mantuvo el vínculo con China, especialmente en el plano económico. Se firmaron acuerdos clave, se realizaron visitas presidenciales mutuas y se abrieron nuevas representaciones diplomáticas, como el consulado argentino en Shanghái.

Si bien, como se dejó expuesto, desde el establecimiento de las relaciones diplomáticas en 1972, Argentina y China mostraron avances significativos en todos los campos de correspondencia, no fue hasta la llegada de los gobiernos kirchneristas que la relación tuvo un salto cualitativo y fue llevada a un nivel más profundo, haciendo que en la actualidad ésta posea el estatus de una verdadera asociación estratégica integral.

Lo demás es historia reciente. Cuando Néstor Kirchner asumió la presidencia en 2003, lo hizo en sintonía con otros líderes de la región que impulsaban una política exterior enfocada en fortalecer los lazos con América Latina y ganar mayor independencia frente a Estados Unidos. En ese camino, Argentina también comenzó a acercarse a otros actores globales, como Rusia y, especialmente, China.

Ese clima político abrió la puerta para profundizar las relaciones sino-argentinas. En noviembre de 2004, el presidente chino Hu Jintao visitó nuestro país y firmó junto a Néstor Kirchner un Memorando de Entendimiento que dio origen a una asociación estratégica entre ambos países, base fundamental de la relación bilateral actual.

Una década después, en julio de 2014, esa relación se consolidó aún más con la firma de una Asociación Estratégica Integral (AEI) entre Cristina Fernández de Kirchner y Xi Jinping. Este tipo de alianza, clave dentro de la diplomacia china, refleja un nivel de vínculo prioritario, basado en un diálogo político fluido sobre temas bilaterales, regionales y globales, y en un compromiso por fortalecer la cooperación estratégica y la confianza mutua entre ambos países.

El ingreso de Argentina a la Iniciativa de la Franja y la Ruta en 2022 marcó un hito en nuestra relación con China, profundizando la alianza forjada por los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. Más allá de su impacto económico, esta decisión tuvo un fuerte componente político y humanístico, reflejando la voluntad de Argentina de integrarse a un modelo de cooperación multilateral basado en el desarrollo inclusivo y el respeto mutuo entre naciones.

Además, durante mi tiempo como embajador en China, trabajamos para sentar las bases que permitirían a Argentina unirse a los BRICS+, el bloque que agrupa a las principales economías emergentes del mundo. En 2023, nuestra adhesión fue finalmente formalizada pero, lamentablemente, uno de los primeros actos del gobierno ultraderechista de Javier Milei fue rechazar nuestra incorporación a esta coalición de países.

La entrada de Argentina a los BRICS+ representaba una oportunidad estratégica para reimaginar nuestro desarrollo, colaborando con naciones que enfrentan desafíos similares. Participar en este espacio, que representa el 40% del PBI mundial y alberga a la mitad de la población global, no es una decisión menor: habría sido un paso firme hacia un orden más equilibrado y multipolar, donde Argentina podría haber jugado un papel clave en el futuro global.

Y así llegamos al final de este artículo. Aún quedan muchos temas por abordar y otros por profundizar. Tal vez en otro momento podamos volver a encontrarnos y, si se da la oportunidad, escuchar las inquietudes que quieran compartir, porque ustedes son el verdadero motor de la militancia. Los animo a seguir trabajando con convicción, siempre con el objetivo de avanzar juntos.

Un abrazo afectuoso,
Sabino.

 

El autor fue Embajador en la República Popular China durante el Gobierno del Frente de Todos entre 2021 y 2023.